Tras visitar Malá Strana, le tocaba el turno a la Ciudad Vieja, más conocida como Staré Mesto. Cruzamos por el Puente de Carlos IV, que como siempre, se encontraba a reventar de gente, y nos llevó un ratillo cruzarlo. Hay un montón de pintores y fotógrafos que exponen sus trabajos en el puente, y merece la pena parar un rato a ver su trabajo, y si algo te gusta, comprarlo. Yo me llevé un recuerdo de allí comprado a unos de estos fotógrafos.
Una vez que salimos del puente, nos dirigimos a la plaza del ayuntamiento, donde se encuentra el reloj astronómico, y la iglesia de Nuestra Señora de Tyn. El primero, es de una belleza excepcional, y merece la pena ver el espectáculo de los muñecos dando la hora. Esto ocurre siempre a en punto y hasta la medianoche. La segunda, es famosa puesto que posee las dos únicas torres gemelas existentes. Ver estas torres de noche es un espectáculo que recomiendo a todo el que vaya por allí. Eso sí, no os peréis mucho a tomar una cervecita por esa zona, que nos cobraron por una cerveza en una terraza enfrente del reloj nada más y nada menos que 7 euros.
De aquí ya sólo nos quedaba dirigirnos hacia la Torre del Polvorín, nombre dado puesto que antiguamente era donde se guardaba el polvorín. Es de un color muy negruzco debido a esto último, pero esperar a verla de noche, menudo cambio que da...
Bueno, ya sólo nos quedaba dirigirnos Josefov, el antiguo Barrio Judío, donde contemplar la sinagoga Staronova, la más vieja de Europa y el viejo cementerio donde en incontable la cantidad de tumbas que se pueden encontrar allí.
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