Comenzamos la visita por el antiguo palacio imperial, más conocido como el Hofburg, situado en pleno centro de la ciudad. Actualmente se encuentran las oficinas del presidente austriaco, además de la escuela de equitación española. Si dáis una vuelta por su interior, se pueden ver los caballos, y si se quiere, se puede acceder a sus entrenamientos.
De aquí nos dirigimos a la catedral de San Esteban, comunmente conocida como Stephansdom, donde se encuentran las catacumbas con los restos de los Habsburgo. Si el exterior es muy espectacular, el interior es para quitarse el sombrero. Merece la pena pasar un rato contemplando esta espectacular obra situado en pleno centro de la ciudad.
Llegado a este punto, nos tocaba ya acercarnos al segundo mayor palacio que podemos encontrar en Viena, el Belvedere. Formado por dos palacios, el superior y el inferior, era la residencia de veraneo de los Habsburgo. Merece la pena acercarse sólo por contemplar el espectacular jardín que precede al Belvedere Superior.
Acabada la visita, ya apetecía tomar algo tranquilitos, así que lo mejor fue acercarnos hasta chocolatería Demel a tomar un chocolate calentito. El chocolate estaba buenísimo, pero nos cobraron la friolera de 5 euritos de nada.
Recuperadas las fuerzas, seguimos recorriendo la ciudad, y nos acercamos a ver el Karlskirche, impresionante iglesia barroca que precede a la Kaslsplatz. Como ya estábamos un poco cansados, nos dirigimos al hotel y por el camino nos paramos a ver el edificio de la Ópera. Realmente en Viena no hay edificio o monumento que no merezca la pena ver.