Visitando Roma: el Coliseo

. sábado, 18 de abril de 2009


Tras dejar atrás el Circo Máximo, volvimos a coger el metro (una parada) para acercarnos hasta el que sea probablmente la mayor atracción a visitar en Roma junto con el Vaticano, el Coliseo Romano. Constituye el símbolo de todo un imperio, la muestra de todo el poder de una ciudad sobre un vasto imperio dominado hasta los mismos límites de Oriente. El Coliseo, la admiración del mundo entero en una época gloriosa para Roma; el lugar, donde leones, cristianos, gladiadores, y juegos servían de divertimento a una sociedad ufana y sabedora de su grandeza. Prestar especial atención a la cola que os podéis encontrar para comprar las entradas, puede ser muy fácilmente de dos horas. Aquí no hay que dudarlo, hay que comprar el "roma pass", y así entras por un pasillo paralelo a la cola de los tickets sin tener que esperar ni un sólo minuto.

Para situarnos en aquella época y rememorar tiempos de gloria, lo mejor es ir a la zona del Capitolio, al Campidoglio. Desde ese plaza, accederemos a un balcón que se asoma sobre los Foros Imperiales, el lugar donde yace todo el pasado del Imperio Romano, hoy en ruinas. Desde allí podremos divisar el Circo Máximo, el Foro Romano, el de Trajano, los Templos de Saturno y la Concordia, o el Valle del Anfiteatro con el famoso Coliseo. Desde allí, podremos perder la vista hacia años de lucha, de dominación, de fastuosidad, de grandeza, y revivir en la imaginación la sociedad que tan bien nos presentaban en películas como Gladiator.

El Coliseo, con un aforo de unos 55.000 espectadores, era el mayor anfiteatro de Roma. Fue construido, por orden del emperador Vespasiano en el año 72 D.C., donde antes había un lago artificial, al este de los foros. El Coliseo fue inaugurado por Tito, el hijo de Vespasiano, en el año 80. En la inauguración se sacrificaron miles de animales y fue seguida por cien días de festejos. Su nombre original es Anfiteatro Flavio. El espectáculo más habitual que se celebraba eran los juegos de gladiadores, llamados munera. Nunca eran patrocinados por el Estado, sino por ciudadanos que querían mostrar su poder y ganarse la simpatía del pueblo de Roma, muy popular a estos espectáculos. Perder un combate de gladiadores podía significar la muerte, dependiendo del humor de los espectadores. Estos agitaban sus pañuelos si querían perdonar la vida al derrotado o invertir su pulgar si deseaban su muerte.

El Coliseo es espectacular por fuera (con de 189 metros de largo, 156 de ancho, y 48 metros de altura) y sorprendente en sus niveles subterráneos. En ellos se aplicaron las tecnologías más avanzadas de la época para el transporte de los animales, la aparición de estos en la arena (con montacargas) o para inundarla para las batallas navales.

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